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Covid-19: La OMS gestiona la pandemia financiada por farmacéuticas y multimillonarios

Tomado de Miguel Jara:

http://www.migueljara.com/2020/04/12/covid-19-la-oms-gestiona-la-pandemia-financiada-por-farmaceuticas-y-multimillonarios/?fbclid=IwAR1lDQeQ7Vo8a7_Xcfz52Ay_5Qvg0sm-_YTVZdejE3bdKz2HtcJkRxKQv8M

Con la crisis sanitaria del Covid-19 estamos aprendiendo, entre otras muchas cosas, que la sanidad no se puede descuidar con recortes o privatizaciones. Y ¿qué es de la financiación de la mayor institución sanitaria del planeta, la Organización Mundial de la Salud (OMS)? ¿De dónde o quién proviene el dinero que permite su funcionamiento? No hace falta recordar que la OMS es quien está tomando todas las decisiones sobre la pandemia actual de coronavirus (desde la catalogación como pandemia a las medidas que han de tomar todos los estados).

Escribámoslo ya, desde el principio, la mayor parte de su financiación corre a cargo hoy de la industria farmacéutica, sobre todo de fabricantes de vacunas y de donantes privados. El que más aporta de estos últimos con mucha diferencia es Bill Gates, el dueño de la multinacional de la informática Microsoft, a través de la Fundación Bill & Melinda Gates que comparte con su mujer.

El magnate de la comunicaciones fue quien más aportó en 2015: 185 millones de dólares; 95 veces más que España. Ríete tú Amancio Ortega.

No es nuevo, lo publicó hace unos años la Cadena SER, la tabla de abajo está elaborada con datos de la propia OMS y en ella pueden verse qué farmacéuticas financian la institución (¿pública?) global:


En teoría, para pagar los gastos de la OMS los casi 200 estados que la componen han de poner una cuota fija en función de su nivel económico. Esa dotación obligatoria se ha ido reduciendo con el tiempo y ya es sólo una pequeña parte del presupuesto de la institución. Los «recortes sanitarios», como vemos han ido llegando no sólo a los sistemas sanitarios de los países, como España, sino a la mayor organización sanitaria «pública» del mundo, que hace tiempo inició su privatización.

Es sabido que en el actual modelo económico quien paga manda. Las cuatro farmas que más contribuyen a financiar la OMS son GlaxoSmithKline (GSK), Novartis, Sanofi Pasteur y Merck, por cierto que son los principales fabricantes de vacunas. En total, 90 millones de dólares en donaciones de las grandes farmacéuticas. Se da así un extraño juego de intereses. Supongamos que hay una pandemia, una por algún coronavirus que por ejemplo provoque Covid-19. Vale, ya lo estamos padeciendo y por primera vez en la historia de la humanidad el mundo está totalmente parado.

Ansiamos una vacuna que además de necesaria, sea efectiva y también segura, claro. Bien, no hay que preocuparse (¿o sí?), GSK -y ni se sabe cuántos laboratorios hoy en el mundo- están en ello. Lo hacen además ayudados por los estados, el remedio que buscan los investigadores de GlaxoSmithKline tiene apoyo económico del Reino Unido, país donde se afinca la compañía.

La situación no está para bromas ni especulaciones, urgen los remedios válidos. Y como ya ocurrió con la pandemia que en este caso no fue, la de gripe A de 2009-10, GSK y los demás laboratorios reciben unos mimos y cuidados que no se producen en situaciones normales.

Una vacuna tarda en conseguir, haciendo las cosas bien, entre un año y año y medio. La tentación de ahorrar tiempo es comprensible, la población tiene miedo a enfermar de Covid-19.

No sabemos qué ocurrirá, está por ver quién conseguirá primero la vacuna, cuántas será seguras y eficaces y qué otros tratamientos irán apareciendo. Lo que sí sabemos es que el modelo de recortes y privatizador puede producir efectos secundarios indeseables. Durante la no pandemia de gripe citada, los grandes laboratorios vieron cómo las agencias e instituciones reguladoras de medicamentos les eximían de cumplir protocolos y fases de experimentación esenciales a la hora de ensayar sus vacunas, inadmisibles en «tiempos de paz» (al parecer estamos en guerra contra un virus).

Se forzó el acortamiento de plazos para conseguir lo más rápido posible una vacuna, un tratamiento que previniese esa gripe que nos decían que mataría a más de 100 millones de personas y que por suerte luego no fue cierto. Y además, los estados aseguraron por contrato a las farmacéuticas que si fruto de las prisas sus remedios salían de aquella manera, mal, si provocaban graves efectos secundarios en la población, quedarían eximidas de responsabilizarse ante los tribunales de Justicia.

Miedo -aunque infundado- de la población, prisas, ayudas económicas de los organismos públicos y exenciones legales poco democráticas fueron el cóctel que produjo, por ejemplo, la vacuna Pandemrix de GlaxoSmithKline, la principal marca donante de la OMS sí. Y ¿qué ocurrió? Que la Ciencia no entiende de prisas humanas ni comerciales y algo falló. Pandemrix provocó, en personas sanas, sin gripe, que se la pusieron multitud de cuadros de narcolepsia, una enfermedad del sistema nervioso.

Fue, como publicó años más tarde, en 2018, el prestigioso Bristish Medical Journal (BMJ), una «catástrofe evitable».

No sé si aprenderemos la lección, espero que no tengamos que lamentar nuevas catástrofes evitables con el actual coronavirus pero las cosas están haciéndose mal.

Nuestra salud no puede dejarse en manos de organismos mundiales que gestionan pandemias subvencionados por los fabricantes de los principales remedios para esas pandemias.

Hoy los presidentes de los gobiernos repiten en cada intervención pública su esperanza en que «se encuentre una vacuna» para el Covid-19. ¿Pero cuántos van a señalar y hacer algo por corregir el fallo estructural, sistémico del que es rehén la humanidad hoy? ¿Cuántos entenderán la importancia de tener industrias sanitarias públicas fuertes que atiendan (no sólo en tiempos de pandemia) las necesidades básicas de la población?

¿Para cuándo una OMS, si es que es posible «salvarla», INDEPENDIENTE que coordine centros de investigación y desarrollo público de tratamientos (o de validación de los existentes) ante posibles emergencias sanitarias?

13º Programa General de Trabajo (OMS) y Marc Brunson

Para aquellos que no lo conozcan, os trascribo,resumido, una publicación de la OMS de ENERO DEL 2019 ( hace ya 15 meses), que me parece muy ilustrativo y que, por supuesto, ningún político de ningún país tuvo el menor interés en leer:

«Para hacer  frente a las amenazas de salud previstas la OMS pone en marcha su plan estratégico quincenal con el nombre de «13º Programa General de Trabajo» y en él cita algunas cuestiones que en 2019 requeririan atención especial. Esas  cuestiones son:
          Contaminación y cambio climático: 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado todos los días.
          La contaminación mata prematuramente a unos 7 millones cada año.
          Enfermedades no transmisibles: Diabetes, cáncer y cardiopatías son los responsables del 70% de las muertes anuales: Unos 45 millones de personas.
          Pandemia mundial de Gripe: No se sabe donde se desatara pero se la espera.
          Entornos frágiles y vulnerables: Un 22% de la población mundial (1.600 millones de personas)  no tienen acceso a la atención de salud básica.
 Ebola y otros patógenos:  Se declara el año 2019 como año de acción en materia de preparación frente a emergencias sanitarias.
           En el plan de I+D de la OMS identifican las enfermedades y los patógenos para los cuales, a pesar de que puedan causar una emergencia de   salud pública no existe tratamiento ni vacunas eficaces.   Aquí se incluyen: Ebola, otras fiebres hemorrágicas, Zika, virus de Nipah,SARS, el s. respiratorio del oriente medio por CORONAVIRUS                        (MERS-CoV) y la enfermedad X por patógeno desconocido pero que puede aparecer.
           Atención primaria de salud deficiente: Se  necesitan sistemas sanitarios con una sólida atención primaria de salud para lograr la cobertura sanitaria universal.
En fín, solo era una curiosidad.
Añado una comunicación de Marc Brunson, está en francés, aunque me he permitido hacer una traducción al Español a partir de la página siete. Para los que no conozcáis a Marc Brunson, decir que es un veterano veterinario Homeópata, hombre de gran valía y sin pelos en la lengua… Merece un ratito de vuestro tiempo.
Marc Brunson a propósito de las Epidemias

¿Qué es un gilipollas?

A la vuelta del trabajo escuchaba la radio, concretamente la cadena SER, dónde Francino y sus contertulios hablaban de un programa que se emitiría hoy mismo en una cadena de televisión en referencia a los gilipollas, el título: «Gilipollas: la teoría».

Se hacían algunas preguntas en alta voz, que aún siendo muy serias, me hicieron sonreír, la primera, si mal no recuerdo, era: ¿Un gilipollas nace o se hace?

Bien, es cierto que hubo digresiones en varias direcciones y unas apuntaban hacia un lado, otras hacia otro, pero la mayoría llegaron al acuerdo de que casi siempre el gilipollas se hace y que normalmente un entorno familiar que lo practique, otorga numerosas papeletas para que el nuevo vástago se sume…

Otra de las preguntas era: ¿Por qué los gilipollas prosperan en ciertos entornos? Bueno, aquí prácticamente había unanimidad…

Se seguían preguntando:¿Cómo se explica su atractivo perverso? ¿Ascenderás más rápido en tu empresa si eres gilipollas?

Eran numerosas y variadas preguntas, también se hizo el inciso de que gilipollas no es lo mismo que idiota o imbécil… Lo cierto es que jamás había escuchado un programa de radio en el que manifiestamente se dijera tanto y tantas veces dicha palabra.

Caí en la cuenta, justo en el momento en que pusieron el micrófono a una de las representantes del programa que hoy mismo se emitirá…, se hacía referencia a Aaron James, y a su libro: Assholes: a Theory, un reciente bestseller del New York Times…

Desgraciadamente entré en los túneles —ya os dije que iba conduciendo—, y en ese momento perdí la conexión a la radio… Son esas cosas que pasan, aunque no desees…, sin embargo, me hizo reflexionar un buen rato al respecto de la comunidad homeopática…

Estoy seguro, y se a ciencia cierta, de que muchas personas se mantienen en el camino de la vida tratando decentemente a cuantos seres humanos se encuentran o tropiezan…, ya digo, estoy seguro de que serán muchas, sin embargo, otras, algunas llamadas homeópatas, son simple y llanamente gilipollas.

Intentaré ver el programa esta noche, pero antes quería dejar escrito esto, para que no haya tendenciosidad alguna… Todos, o la gran mayoría de nosotros estaremos de acuerdo con que los gilipollas aumentan a pasos agigantados, ya sea en los gobiernos, en los lugares de trabajo, en el entorno de los conocidos…, también en las corporaciones, sean de jueces, periodistas, futbolistas, médicos, enfermeras o abogados —seguro que me dejo a muchas—. Son tiempos complejos en los que las redes sociales, internet, el superfamoso WhasApp y un largo etcétera nos ponen de cara hacia ellos y las más de las veces hemos de soportarlos.

Junto a ellos —los gilipollas—, resurge el autoritarismo, y no digamos nada del narcisismo… Os suena ¿verdad? No lo dudéis, entre los homeópatas también hay mucho narciso… La noción de narcisismo o Narzissmus como la denominó Freud, aparece por vez primera en la segunda edición de sus «Tres ensayos de teoría sexual» (1909) en una nota al pie de página y es tomada por éste a partir de los trabajos de Ellis y Nacke. Lo siguieron algunos desarrollos en su libro sobre Leonardo da Vinci (1910) y el caso Schreber (1911), sin embargo, no es hasta «Introducción del narcisismo» (1914), cuando las ideas y reflexiones freudianas sobre este concepto llegarán a ocupar su verdadero sitial en la teorización acerca del desarrollo sexual y las relaciones que el yo establece con objetos externos.

Freud luego habla de narcisismo primario y secundario, Lacan lo trabaja de otro modo, pero en fin, no es éste el sitio…

Todos nos entendemos cuando hablamos del gilipollas, incluso muchos de nosotros, aún pudiendo serlo, nos reímos…

Pues si, señores y señoras, si…, entre nosotros hay mucho gilipollas… Que cada cual mire a su lado, o de frente o como quiera… Pero no lo duden, a veces, nos rodean…

Posibles explicaciones biológicas para el escape de los niños al COVID-19

Los niños infectados pueden albergar SARS-CoV-2 mientras muestran síntomas menos graves que los adultos. Sus sistemas inmunes jóvenes, los niveles de receptores ACE2 e incluso la exposición a otros coronavirus podrían desempeñar un papel en su resistencia.
Anthony King

16 de marzo de 2020

Sesde el SARS-CoV-2, el virus responsable de la COVID-19 pandemia, fue reconocido por primera vez como un primo cercano del virus que causó la epidemia de SARS del 2003, los científicos han recurrido a la experiencia de que la epidemia anterior a la visión espigar en La actual crisis sanitaria mundial.

Los niños no se vieron afectados en gran medida por el brote original de SARS. En Hong Kong, nadie menor de 24 años murió, mientras que más del 50 por ciento de los pacientes mayores de 65 años sucumbieron a la infección . A nivel mundial, menos del 10 por ciento de los diagnosticados con SARS eran niños, y solo el 5 por ciento de ellos requirieron cuidados intensivos.

«Hubo repetidas incursiones de animales a humanos, tanto con SARS como con MERS, y la suposición de muchos fue que quizás los niños simplemente no están expuestos a los gatos de civeta o camellos infectados», dice el virólogo Kanta Subbarao del Instituto Doherty en Melbourne, Australia.

Se ha observado un patrón muy similar con el nuevo brote de COVID-19. Dentro de Wuhan, ningún niño dio positivo entre noviembre de 2019 y la segunda semana de enero, y los ancianos demostraron ser particularmente vulnerables. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de China informaron a mediados de febrero que de 44,672 casos confirmados de COVID-19, el 86.6 por ciento tenían entre 30 y 79 años de edad. Los más viejos entre ellos tenían mayor riesgo de muerte. Y en un estudio de 1.099 pacientes en China, solo el 0.9 por ciento de los casos confirmados eran menores de nueve años, mientras que solo el 1.2 por ciento tenía entre 10 y 19 años.

Ahora, está surgiendo evidencia de que, si bien pocos niños sufren gravemente de COVID-19, se infectan. Un estudio reciente incluso encontró evidencia de excreción viral en niños de hisopos rectales. «Por el momento, no parece estar causando muchas enfermedades graves en los jóvenes, especialmente en los niños», dice el virólogo Robin Shattock, del Imperial College de Londres. Sin embargo, agrega, «es muy probable que los niños sean una fuente importante del virus».

«Hay buena evidencia de que los niños se infectan y tienen un título de virus bastante alto, pero simplemente no tienen una enfermedad grave», coincide Ralph Baric , investigador de coronavirus en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Vio un fenómeno similar en sus estudios con ratones con el coronavirus SARS original (SARS-CoV). Aunque el SARS-CoV puede replicarse bastante bien, «los animales más jóvenes son realmente resistentes a la infección en términos de la enfermedad», dice. Cuando Baric probó animales más viejos, dice, la gravedad de las enfermedades por SARS aumentó. En un experimento , una quinta parte de los ratones infectados con SARS de 3 a 4 semanas murieron, mientras que todos los ratones de 7 a 8 semanas murieron.

Subbarao también descubrió que los ratones adultos jóvenes, a las seis semanas de edad, pueden eliminar el SARS-CoV sin síntomas clínicos significativos. «Cuando usamos el mismo virus en ratones de 12 meses, que de ninguna manera es realmente viejo, hubo más signos clínicos», dice ella. Estos resultados indican que tanto el SARS-CoV original como el que circula ahora pueden infectar a los niños, pero no enfermarlos. «Los datos de los animales respaldan la idea de que están infectados pero no desarrollan enfermedades, porque nuestros ratones jóvenes tienen los mismos niveles de virus que los ratones viejos pero no se enferman», dice Stanley Perlman , inmunólogo de la Universidad de Iowa. «No es una cuestión de infección».

El trabajo en ratones ahora está siendo respaldado por datos epidemiológicos emergentes. Una preimpresión publicada en medRxiv el 4 de marzo analizó 391 casos de COVID-19 y 1,286 de sus contactos cercanos. Los autores concluyeron que los niños tienen un riesgo de infección similar al de la población general, aunque es menos probable que tengan síntomas graves.

Un sistema inmune envejecido

Una explicación para la correlación entre la edad y la gravedad de la enfermedad es que a medida que el sistema inmunológico de los humanos envejece, más células se vuelven inactivas . «A medida que envejece, su sistema inmunológico sufre senescencia y pierde su capacidad de responder con la misma eficacia o de ser regulado con la misma eficacia», dice Baric.

Otra explicación, que favorece Perlman, está vinculada al envejecimiento del ambiente pulmonar. Para que las personas no desarrollen asma fácilmente o reaccionen de forma exagerada a los irritantes ambientales como el polen o la contaminación, los pulmones envejecidos contrarrestan la reacción inmune habitual con un poco de disminución de la inflamación. Como resultado, dice Perlman, los pulmones no responden lo suficientemente rápido a una infección viral. Por ejemplo, cuando su grupo hace que los pulmones de los ratones más viejos se parezcan más a los de los ratones jóvenes al alterar las prostaglandinas, compuestos que responden a la lesión tisular, «entonces los ratones funcionan bien y pueden eliminar la infección [SARS] y no enfermarse». «, Dice Perlman.

En experimentos reportados en 2010, Perlman y sus colegas mostraron que las células T son especialmente importantes para eliminar virus de ratones infectados con SARS-CoV. «Es casi seguro que necesitamos una respuesta de anticuerpos y de células T para tener un buen desempeño» contra la infección por COVID-19, dice Perlman. Su sospecha es que el sistema inmune joven y sus células T eficientes hacen un trabajo superior al responder al SARS-CoV-2. Un estudio de 2010 dirigido por Subbarao también enfatizó la importancia de las células T auxiliares CD4 +, que estimulan a las células B para que produzcan anticuerpos contra los patógenos, en el control de la infección por SARS-CoV en ratones.

«Podría ser que el tipo de célula T que domina temprano en la vida es mejor para repeler este virus», dice el inmunólogo Kingston Mills del Trinity College de Dublín. También propone que la mayor producción de un tipo de célula T llamada Th2 en los niños pequeños podría proteger contra las respuestas inflamatorias fuera de control al SARS-CoV-2. Perlman no apoya el papel propuesto de un sesgo hacia las células Th2 en el caso de esta infección viral, pero sí está de acuerdo en que una reacción exagerada inmune es problemática.

«La respuesta innata se retrasa en los ancianos, por lo que termina jugando a ponerse al día y es exuberante», escribe Perlman en un correo electrónico a The Scientist .

Receptor ACE2

SARS-CoV y SARS-CoV-2 usan el mismo ojo de cerradura para ingresar a las células, el receptor ACE2. Hay una abundancia de este receptor en las células de la parte inferior del pulmón , lo que puede explicar la alta incidencia de neumonía y bronquitis en las personas con infección grave por COVID-19. Un estudio reciente mostró que ACE2 también se expresa mucho en la boca y la lengua , lo que le permite al virus un fácil acceso a un nuevo huésped. La abundancia del receptor ACE2 disminuye en los ancianos en todos estos tejidos, pero, de forma contraria a la intuición, esto podría colocarlos en un mayor riesgo de enfermedad grave.

Esto se debe a que la enzima ACE2 es un regulador importante de la respuesta inmune, especialmente la inflamación. Protege a los ratones contra la lesión pulmonar aguda provocada por la sepsis . Y un estudio de 2014 encontró que la enzima ACE2 ofrece protección contra la gripe aviar letal. Algunos pacientes con mejores resultados tenían niveles más altos de la proteína en sus sueros, y la desactivación del gen para ACE2 provocó daños pulmonares severos en ratones infectados con H5N1, mientras que el tratamiento de ratones con ACE2 humano amortiguó la lesión pulmonar. 

De acuerdo con los comentarios enviados por correo electrónico de Hongpeng Jia de Johns Hopkins Medicine, una caída en la actividad de ACE2 en los ancianos es en parte responsable de la capacidad más pobre de los humanos para frenar nuestra respuesta inflamatoria a medida que envejecemos . La reducción de la abundancia de receptores ACE2 en adultos mayores podría dejarlos menos capaces de hacer frente al SARS-CoV-2, dice Baric, aunque la hipótesis aún necesita más investigación.

Exposición a otros coronavirus

Hay otros cuatro coronavirus que infectan a los humanos, con síntomas típicos de un resfriado común. Estos virus son comunes en niños. «No sabemos cuál de ellos, si alguno, podría proporcionar alguna inmunidad cruzada», dice Subbarao. Podría ser que la inmunidad a las proteínas virales, obtenida de los virus circulantes del «resfriado común», modera el curso de COVID-19.

Esta es una «hipótesis que agita las manos», agrega Subbarao, pero que vale la pena probar. Recientemente, se ha sugerido que el plasma de personas que se han recuperado de COVID-19 podría transfundirse a pacientes infectados con SARS-CoV-2 para tratarlos .

«No creo que nadie en el campo sepa por qué la enfermedad es menos robusta en animales o humanos extremadamente jóvenes», dice Baric a The Scientist . También es aún demasiado pronto para saber cuánto se aprende del primer coronavirus del SARS al SARS-CoV-2. «El SARS-CoV-1 nos dirá mucho, pero creo que hay nueva información que vamos a aprender sobre el SARS-CoV-2», reconoce Perlman.

Anthony King es un periodista independiente con sede en Dublín, Irlanda. Envíele un correo electrónico a  anthonyjking@gmail.com  o sígalo en Twitter @AntonyJKing .

 

TODA LA VERDAD SOBRE EL CORONAVIRUS (COVID-19)

Su origen, su difusión, sus nocivos efectos sociales y económicos y las oportunidades que abre para todos Emilio Carrillo (*) Director del Proyecto de Investigación “Consciencia y Sociedad Distópica”
INTRODUCCIÓN

Redacto las páginas que aquí arrancan en un estado de completa paz y armonía en medio de los hechos tan distópicos que vivimos. Con lo que sigue no pretendo generar miedo -ya hay mucho más de la cuenta-, sino abrir Consciencias. Desde el corazón y sin intenta convencer a nadie de nada. Y sin resentimiento alguno; desde una enorme compasión y un inmenso amor por todo y para todos. También para los que están detrás, como ahora se verá, de todo lo que acontece, ocasionando tanto dolor y sufrimiento. Parecen poderosos, pero en realidad son pobre gente que no dan más de sí desde su limitadísimo estado de consciencia y su fuerte psicopatía egoica. Y aunque ello no justifique sus actos, lo cierto es que todo tiene un sentido profundo: su porqué y su para qué en nuestro proceso de desarrollo consciencial, tanto personal como colectivo. Hace año y medio que dirijo el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. En su página web (https://sociedaddistopica.com/) podéis acceder libremente a sus contenidos: más de 150 textos (artículos, entrevistas…) de un centenar de autores de acreditada competencia y cualificación. Y en el próximo mes de abril será publicado el libro, que con el mismo título, recoge las principales conclusiones de la primera fase del Proyecto, incluyendo un estudio del caso referido al coronavirus (COVID-19). Si entráis en la referida web y os paseáis por ella, comprobaréis que lo acontecido con el coronavirus no nos debería haber cogido por sorpresa. La distopía –una humanidad desnaturalizada y deshumanizada, sufriente y alienada, llena de grandes injusticias y hondos desequilibrios y en manos de una élite mezquina y desalmada- ya no narra un futuro imaginario –como ocurre en numerosas novelas, películas y series de televisión-, sino que desvela el presente cierto. Y es que la Sociedad Distópica ya no es una ficción, ni algo por venir. Es muy real y está aquí, avanzando entre nosotros. Expresado metafóricamente, se trata de un huracán de magnitud aceleradamente creciente. En su seno, la crisis del coronavirus, por potente que sea o pueda llegar a ser, es solo un episodio más: ni ha sido el primero, ni será el último. Pero en el aquí y ahora es lo que tenemos delante y merece la pena examinarlo con rigor e inteligencia. A ello se dirige este texto en el que se pone de manifiesto, del modo más sintético y didáctico posible, la verdad sobre el coronavirus (COVID-19): su origen, su difusión, sus nocivos efectos sociales y económicos y las oportunidades -¡si, las oportunidades- que abre para todos y para cada uno de nosotros.

DE WUHAN A PANDEMIA MUNDIAL

A mediados de diciembre de 2019, los servicios médicos de la ciudad china de Wuhan, en la provincia de Hubei, diagnosticaron en diversos enfermos una neumonía ocasionada por causas desconocidas. Una investigación posterior, publicada en la revista The Lancet, determinó que se trataba de un nuevo tipo de virus de la familia Coronavidae (lo de corona obedece a su forma, ya que el virus tiene una especie de corona -como la de un reloj- alrededor de su núcleo), emparentado con el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), pero que no es igual a ninguno de ellos. El gobierno chino reconoció oficialmente el primer caso el 31 de diciembre. Durante enero de 2020, se extendió a otras zonas de China –el día 20 de ese mes se decretó la alerta sanitaria- y a naciones vecinas como Irán. Y en febrero dio el salto a Italia; poco después, a España y al resto de Europa; y, finalmente, a América y África. La Organización Mundial de la salud (OMS) anunció el 11 de febrero que la nueva enfermedad se llamaría Covid-19: por las iniciales de corona, virus y “disease” (“enfermedad” en inglés), más el año en el que se descubrió. Se quería evitar así que el nombre se refiriera a una ubicación geográfica o a un grupo de personas, como había ocurrido en el pasado con la gripe rusa (1889- 1890), que causó un millón de fallecidos; la española (1918-1920) (curiosamente, no se originó en España), entre 40 y 100 millones de defunciones; la asiática (1957-1958), cerca de 1,5, millones de fenecidos; o la de Hong Kong (1968-1969), no llego al millón de muertes. Y exactamente un mes después, el 11 de marzo, la OMS definió la situación como pandemia, aunque en ese momento el número de afectados en todo el planeta (118.000) representaba solo el 0,002 por 100 de la población mundial (7.700 millones de personas, según el último informe demográfico de Naciones Unidas). Al hilo de lo cual, bastantes países declararon estados de emergencia, alarma y excepción, confinando a la población en sus casas y cerrando fronteras y espacios aéreos, con los consiguientes efectos negativos en la actividad económica y la vida social.

DOS GRANDES INTERROGANTES

A partir de este sucinto resumen de lo acontecido, surgen, por simple sentido común, dos grandes interrogantes:

1. ¿Cuál es el origen de la enfermedad?

2. ¿Cuál es su grado de gravedad para la salud pública?

En lo relativo al primero, se dedicará a su contestación el siguiente epígrafe. En cuanto al segundo, todavía es pronto para responderlo. A fecha 22 de marzo, el número de contagiados a nivel mundial ronda los 300.000, el 0,004 por ciento de la demografía planetaria; y el de fallecidos, unos 15.000, la mayoría personas de edad muy avanzada y/o con patologías previas. Estos datos son extremadamente inferiores, por ejemplo, a los de la gripe común, que causa cada temporada una importante morbilidad y mortalidad; la diarrea, que acarrea cada año el óbito de dos millones de niños; u otras enfermedades curables, como el sarampión, que motivan la defunción anual de diez millones de personas. Resulta llamativo que todas estas muertes, que se producen año a año, no sean objeto de atención en los medios de comunicación: ¿se alarman ante ellas las instancias oficiales?; ¿se conmueve la opinión pública? Silencio; solo silencio. Centrándonos en la gripe común, se estima que la padecen anualmente entre el 10 y el 20 por 100 de la demografía mundial, esto es, entre 800 y 1.500 millones de personas, aunque existe una variabilidad significativa en las tasas de enfermedad. Y provoca 650.000 muertes cada año, conforme a la información compartida por la Organización Mundial de la Salud a finales de 2017 y elaborada en colaboración con los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC). En España, por ejemplo, con estadísticas del Centro Nacional de Epidemiologia referidos a la temporada 2018-2019, la gripe común produjo 534.100 enfermos (37.800 tuvieron que ser hospitalizados) y 6.300 defunciones, mientras el COVID-19 ha provocado hasta ahora unos 30.000 enfermos y 1.500 fallecimientos. Por tanto, nada que ver lo uno con lo otro, a pasear de la gigantesca alarma social derivada del coronavirus.

CIFRAS COMPARATIVAS GRIPE COMÚN Y COVID-19 (19/O3/2020)
GRIPE COMÚN COVID-19

Ámbito geográfico Enfermos Fallecidos Enfermos Fallecidos Todo el planeta 800/1500m. 650.000 300.000 15.000 España 534.100 6.300 30.000 1.500 No obstante, habrá que esperar la evolución de los efectos del COVID-19 para efectuar comparaciones y sacar conclusiones ciertas. El 19 de marzo, el gobierno chino anunció que, por primera vez desde el inicio de la crisis del coronavirus en el país, en las últimas 24 horas no se había dado ningún nuevo caso de contagio dentro de sus fronteras. Por tanto, parece que en menos de 100 días desde que allí se iniciara la crisis sanitaria, la enfermedad ha quedado bajo control. Esperemos que esto se confirme y que la misma senda de evolución impere en el resto del mundo. Si así fuera, los efectos del COVID-19 en la salud de las personas no representarían ni la décima parte de los producidos todos los años por la gripe común.

 EL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD

Se dejó antes abierto el interrogante sobre el origen del COVID-19 y es momento de ocuparse del mismo. Acudiendo a las muchas fuentes que abordan esta cuestión, hay que barajar tres grandes hipótesis: a) Origen natural Es la versión oficial sobre el origen de la enfermedad, que sostiene que se debe a una zoonosis, esto es, una afección propia de los animales que incidentalmente puede transferirse a las personas. Más concretamente, sitúa el epicentro, desde el que se desató la crisis sanitaria global, en el mercado de la citada ciudad china de Wuhan, cual punto común de los primeros casos del nuevo coronavirus. Dado que es un mercado de animales, tal versión focaliza el consumo humano de estos como raíz de la enfermedad. ¿Desde qué animal exactamente pasó el COVID-19 a las personas? El análisis filogenético sugiere que los murciélagos podrían ser el huésped original de este virus; y un animal vendido en el reiterado mercado, el huésped intermedio que provocó la aparición del virus en humanos. No obstante, también se ha barajado la posibilidad de que haya sido el pangolín (el mamífero más traficado del mundo –por ello, en peligro de extinción- por el valor de sus escamas) el huésped intermedio que facilitó la mutación del coronavirus. b) Origen artificial y accidental Aunque los medios de comunicación de masas no se hagan eco de ello, son muchas las voces autorizadas que niegan la versión anterior. Y ello por tres notables razones: +Una zoonosis jamás se ha originado en el casco urbano de una ciudad. +Los usos alimentarios que, según el relato oficial, provocaron el COVID-19 no son nuevos, sino que vienen de muy lejos. Sin embargo, no hay antecedentes al respecto y las secuencias genéticas de las muestras estudiadas confirman la aparición muy reciente del virus en seres humanos. Tanto, que apenas ha tenido tiempo de mutar. +La existencia de estudios que muestran que muchos de los primeros casos del nuevo coronavirus, incluido el paciente cero, no tenían conexión con el mercado, lo que refuta la versión oficial. Así lo ha explicado, por ejemplo, Tom Cotton, senador estadounidense por Arkansas, que ha insistido en que, según diversos expertos, el mercado de Wuhan no es la fuente del contagio. Es así como, frente a la versión del origen natural, aparece la del origen artificial de la enfermedad: la creación del virus por la mano humana en el contexto de investigaciones llevadas a cabo en laboratorios. Obviamente, no se es cuestión de dar juego a infundadas teorías conspirativas. Pero sí de prestar atención a lo que comparten fuentes serias. Verbigracia, el Dr. Francis Boyle, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Illinois y redactor de la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas aprobada por el Senado estadounidense en 1989. En una entrevista concedida a Geopolitics and Empire, el Dr. Boyle afirmó que el COVID-19 es un virus genéticamente modificado para ser usado como arma de guerra biológica. Comenzó a diseñarse en Estados Unidos, probablemente en Fort Retrix, laboratorio de alta seguridad (BSL4). De allí pasó al Laboratorio BSL4 de Winipeg, en Canadá. Dos médicos chinos que trabajaban en él –ofrece sus nombres y apellidos- lo llevaron sin autorización al BSL4 de Wuhan. Y, finalmente, un fallo de seguridad en este provocó la fuga del virus y el inicio accidental de la enfermedad. Puesto que el virus es potencialmente letal y, como antes se indicó, un arma de guerra biológica, el gobierno chino procuró inicialmente ocultarlo, aunque adoptó medidas drásticas para contenerlo. El laboratorio BSL4 de Wuhan también es un laboratorio de investigación especialmente designado por la Organización Mundial de la Salud. Y el Dr. Boyle sostiene que la OMS sabe muy bien lo que está ocurriendo. Ante esto, la OMS ha advertido de los peligros de lo que denomina “infodemia”: una corriente de desinformación que se está propagando más rápido incluso que el propio virus. A través de un “tuit”, el organismo pidió la colaboración de «gobiernos, ciudadanos y medios de comunicación, personas influyentes y las comunidades» a la hora de prevenir y detener el estigma. Igualmente, científicos especializados en salud pública, han insistido a través de The Lancet en el origen natural de la enfermedad. Pero hay que subrayar que son numerosas las voces autorizadas que ponen en evidencia las lagunas y contradicciones de la versión oficial. Ante un tema tan grave, no pueden ser ignoradas. Y los ciudadanos están en su legítimo derecho, faltaría más, a hacerse preguntas. Como dijo Bertrand Russell, lo que hace la vida en el planeta Tierra más complicada en sí misma es el hecho de que la gente inteligente está llena de dudas y los tontos sólo tienen certezas. c) Origen artificial y provocado Pero dentro de la hipótesis del origen artificial del COVID-19, hay fuentes igualmente serias que señalan que su propagación primigenia no fue fruto de un accidente o una casualidad, sino de una decisión muy meditada y preparada por círculos de poder muy poderosos –comúnmente tildados como la élite, el “Estado Profundo” o el “Gobierno en la sombra”-, que la adoptaron y ejecutaron de manera fría y calculada y con objetivos muy precisos, tanto sociales como económicos. Algunos de tales objetivos se están empezando a entrever ya; y otros, habrá que esperar. Encaja en esta versión las declaraciones del portavoz del Ministerio de Exteriores del gobierno chino, Lijian Zhao, difundidas en Twitter a mitad de marzo de 2020, imputando al ejército estadounidense de llevar la epidemia a Wuhan. Una acusación que fue precedida tanto de la intervención del Dr. Zhing Nanshan (epidemiólogo y neumólogo chino que ganó fama internacional por descubrir y manejar el coronavirus del SARS en 2003 y refutar la línea oficial que minimizó la severidad de la crisis), sosteniendo que el virus pudo no haberse originado en China, como del presidente norteamericano Donald Trump, criticando a China como responsable de un virus que ha calificado en repetidas ocasiones como el “virus chino”. Y esta percepción del origen artificial y provocado del COVID-19 se ve alentada por determinados hechos que acompañan en el tiempo a la difusión de la enfermedad y que está ayudaría a disimular, como el despliegue de la tecnología 5G, con sus potenciales efectos nocivos; el avance del cambio climático y la falta de respuesta ante el mismo; o los alarmantes desajustes del entramado económico y financiero mundial, que ya hacía aguas por todas partes antes de la presente crisis sanitaria, aunque ahora se pretenda culpar a esta –volveremos sobre ello más adelante- de todo los males económicos. A estos hechos, ya bastante conocidos, hay que unir otros tan curiosos y desconocidos como el desembarco masivo de soldados y equipo militar estadounidenses, llevado a cabo a partir del 5 de marzo de 2020, en puertos y aeropuertos de diferentes puntos de Europa (principalmente, Bélgica, Holanda, Alemania, Letonia, Estonia): “30.000 soldados de los EE.UU en Europa sin tapujos”, fue, por ejemplo, el titular del diario italiano Il manifesto. Una ingente movilización de tropas que se inscribe en el marco de la operación denominada «Defender Europa 20»: el mayor despliegue de tropas norteamericanas en territorio europeo del último cuarto de siglo, al objeto de «aumentar la capacidad para desplegar rápidamente una gran fuerza de combate de los Estados Unidos en Europa». ¿Tiene esto algo que ver con la propagación del COVID-19 cual arma de guerra bilógica? ¿Están desconectados ambos hechos o se hallan relacionados y responden a la misma lógica? ¿Qué se está moviendo en la tramoya del verdadero poder? ¿Se teme alguna reacción de Rusia en medio de todos estos acontecimientos o se la intenta intimidar precisamente para que no reaccione? Desde luego, la mayor parte del referido despliegue militar se está dando principalmente en el frente oriental, en dirección a la frontera rusa, o incluso en los antiguos espacios soviéticos ahora en la órbita de la OTAN (como Letonia y Estonia). ¿Cómo es posible que los EE.UU. estén llevando a cabo semejante movilización de su ejército en Europa y lo hagan en estos momentos, como si el coronavirus no existiera? ¿O será precisamente porque el coronavirus existe? Desde luego, los 30.000 soldados estadounidenses parece que están exentos de las reglas preventivas sobre el COVID-19 (aislamiento, confinamiento…) que se aplican a los civiles.

ENFERMEDAD TRANSMITIDA EN VIVO Y EN DIRECTO

Dejando pendiente de resolver la cuestión del verdadero origen del COVID-19, lo que llama fuertemente la atención es que, desde un primer instante, la expansión de la enfermedad haya sido transmitida en vivo y en directo, de manera absolutamente destacada, casi monotemáticamente y con profusión de detalles, por los principales medios de comunicación. Medios que no son autónomos o independientes, sino que pertenecen a grandes corporaciones empresariales y financieras plenamente insertas en los aludidos círculos de poder. Y todos al unísono, sin excepciones, de una punta a otra del planeta, y con inusitada prioridad y rotundidad, se convirtieron, incluso antes del pistoletazo oficial de salida de la enfermedad, en voceros y alarmados propagandistas de la misma. Sorprende y mucho un despliegue informativo tan descomunal desde el mismo comienzo del desarrollo de la enfermedad. Máxime cuando los protocolos de actuación ante situaciones de inseguridad y riesgo llaman a ser sumamente prudentes y comedidos en la divulgación de noticias e informaciones que pueden causar en el gran público reacciones de miedo generalizado. Es obligado preguntarse por qué una difusión tan pronta, sobresaliente y masiva, a tiempo real y pormenorizada, sobre el COVID-19: + ¿Tuvo y sigue teniendo como finalidad el concienciar a la población sobre el riesgo de la enfermedad y la adopción de medidas preventivas? + ¿Fue por mero negocio, viendo en el coronavirus una oportunidad para conseguir audiencias y vender periódicos? + ¿O lo que se pretendía y se continua queriendo –con rotundo éxito, desde luego- es generar precisamente una oleada de pánico entre la ciudadanía a modo de ensayo social y sin descartar otros posibles impactos sociales y económicos? La versión oficial, la misma que enfatiza y defiende el origen natural de la enfermedad, asegura que es por lo primero. Pero sería creíble si la enorme difusión informativa hubiera arrancado cuando el COVID-19 comenzó a tener una cierta presencia en el mundo, más allá de los casos iniciales en China y algunos otros aislados en unos pocos países. Mas hay que insistir en que no fue así. Mucho antes de la propagación del virus como tal, se puso en marcha a escala global una colosal campaña en todos y cada uno de los grandes medios de comunicación (televisión, radio, prensa, Internet…), nacionales e internacionales. ¿Fue fruto del azar o se trató algo orquestado y programado desde instancias con mando en esas corporaciones y medios? Y otra cuestión candente: ¿sabían en esos foros, que también sostienen el origen natural de la enfermedad, que no se trataba de un virus cualquiera, sino que su procedencia es artificial y, por ende, mucho más peligroso, y deseaban ponerse por delante de los acontecimientos? Volvemos a los interrogantes y a las dudas. Y estamos obligados a mirar a otro lado que no sean esas fuentes oficiales que manejan con tanta prepotencia argumentos insuficientes, discordantes o, simplemente, falaces. Así, valga como botón de muestra el Dr. Shiva Ayyadurai, científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) e investigador sobre el sistema inmune humano, campo en el que es uno de los mayores expertos internacionales. Ayyadurai, en respuesta a un “tuit” del presidente Donald Trump, escribió con contundencia: “Como doctorado en Ingeniería Biológica del MIT que estudia e investiga casi todos los días sobre el sistema inmune, el miedo al coronavirus por el “Estado Profundo” lo hará pasar a la historia como uno de los mayores fraudes para manipular economías, reprimir la disidencia y empujar la medicina mandada”. A más de un lector le pueden parecer excesivas las apreciaciones del Dr. Ayyadurai. Pero quizás cambie de opinión si examinamos lo ocurrido con las otras dos pandemias recientes: la gripe aviar y la gripe porcina.

LAS LECCIONES DE DOS PANDEMIAS ANTERIORES

Como ha transcurrido un cierto tiempo desde su desarrollo, estamos hoy en condiciones de analizar, con detalle y perspectiva, lo que en su momento fueron y supusieron las crisis sanitarias debidas a las gripes aviar y porcina, dos pandemias que precedieron a la vigente. Obviamente, ello puede aportar luz con relación a lo que se ahora vive a propósito del COVID-19 y a la adecuada respuesta a las preguntas que hasta aquí han quedado abiertas. Por orden cronológico, comencemos por la gripe aviar, que arrancó en 1997. Gripe aviar (Gripe A, subtipo H5N1) En su gestación y desenvolvimiento, los hechos que actualmente conocemos (no entonces, porque fueron ocultados por las instancias oficiales y los medios de comunicación) permiten diferenciar cinco grandes fases: +Fase 1. Preparación operativa de la crisis sanitaria de la gripe aviar: La empresa biofarmacéutica estadounidense Gilead Sciences patenta, en 1996, un medicamento llamado Tamiflu, válido contra distintos tipos de gripe. Pocos meses después, un miembro de su dirección, Donald Rumsfeld, asume la presidencia de la compañía. En paralelo, esta alcanza un acuerdo con el laboratorio multinacional suizo Roche para fabricar y distribuir el Tamiflu hasta el año 2016, a cambio de una comisión del 10% de las ventas totales. +Fase 2. Lanzamiento de la gripe aviar: En mayo de 1997, se descubre en Hong Kong el primer caso humano afectado por la gripe A, subtipo H5N1, más conocida como gripe aviar. Hasta finales de año, infecta en todo el globo a 24 personas, de las que 6 fallecen. A lo largo de los años siguientes, surgen esporádicamente brotes en distintos puntos del planeta (de nuevo en Hong Kong, en febrero de 2003; en Rusia y China, a mediados de 2005). +Fase 3. Alarma desde instancias públicas: Determinadas autoridades públicas, con capacidad de repercusión global, previenen sobre los riesgos de la enfermedad. En medio de una cascada creciente de alarmismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anuncia, en septiembre de 2005, que debido a una eventual epidemia de gripe aviar humana pueden morir 7.400.000 de personas. Y en noviembre, el entonces presidente norteamericano George Bush, en una visita a la sede del Instituto Nacional de Salud, vaticina que en Estados Unidos fallecerán por gripe aviar dos millones de ciudadanos. Asimismo, enseña el camino que todos los gobiernos deben seguir: aprueba una partida presupuestaria de 7.100 millones de dólares (más de seis mil millones de euros) para planes de prevención y adquisición de medicamentos; de ellos, 1.200 millones son para que Gilead Sciences elabore el Tamiflu (la realidad, como antes se indicó, es que ya la había confeccionado años atrás) y suministre veinte millones de dosis. +Fase 4. Campaña mediática: Los medios de comunicación, a escala planetaria, promueven en torno a la gripe aviar una campaña de pánico masivo basada en el alarmismo y la desinformación. Para sostenerla, se mantiene el goteo de brotes de la enfermedad (en octubre de 2005, se da el primer caso en la Unión Europea: un loro importado en Gran Bretaña; en España, el primer brote se produce en un ave, en julio de 2006). Y en junio de 2006, expertos de la OMS consideran que es muy probable que en Sumatra se haya dado el primer caso de transmisión entre humanos (hay 8 infectados, aunque ninguno muere), por lo que ya se puede hablar de pandemia. +Fase 5. Desinflar el globo sin explicar por qué: En un momento determinado, casi por arte de magia, las autoridades y los medios de comunicación se olvidan de la gripe aviar, que deja de aparecer en los titulares informativos. En unos pocos meses, nadie se acuerda de ella. La operación se da por finalizada por aquellas que la promovieron y solo queda hacer balance y evaluar la viabilidad de su posible reactivación cuando las circunstancias lo aconsejen. ¿Cuál fue ese balance? Pues un éxito en toda regla para los que orquestaron la pandemia. Y ello desde una doble perspectiva: +Domesticación social: El miedo cundió en la población mundial. Y debido al mismo, la gente se mostró masivamente alienada para hacerse preguntas sobre lo que realmente sucedía y mayoritariamente dispuesta a hacer a pie juntillas lo que se le dijera, sea vacunarse, ponerse mascarillas, no viajar, alejarse de cualquiera que tosa a su alrededor… +Beneficio económico: Las empresas implicadas en la operación pandemia de la gripe aviar consiguieron unos espléndidos resultados económicos, gracias sobre todo a la compra ingente de vacunas y medicamentos por los servicios de salud de los diferentes países. Por ejemplo, el gobierno español se apresuró a comprar grandes contingentes de Tamiflu por el estallido de la gripe aviar. Ante la falta de incidencia real de la enfermedad, se almacenaron sin uso. Esas partidas de Tamiflu costaron al erario público español y, por tanto, a los contribuyentes, 471 millones de euros. ¿Cuántos norteamericanos murieron de los dos millones vaticinados por el presidente de los Estados Unidos?: Ninguno. ¿Y cuántos, en el planeta, de los 7.400.000 pronosticados por la Organización Mundial de la Salud?: 272. Por cierto, que Donald Rumsfeld, en 2001, dejó la presidencia de Gilead Sciences para ser nombrado Secretario (Ministro) de Defensa en el primer gobierno de George Bush. A esas alturas, la enfermedad global de la gripe aviar estaba ya perfectamente encauza hacia el éxito. En reconocimiento a su “buen hacer”, se le encomendó la puesta en marcha de otro suculento negocio de engaño y mentira: la invasión de Irak y la apropiación por unas pocas multinacionales de sus recursos petrolíferos con la excusa de unas armas de destrucción masivas que, como el tiempo ha demostrado sobradamente, nunca llegaron a existir. Gripe porcina (Gripe A, subtipo H1N1) Como si lo de la gripe A-H5N1 (aviar) no hubiera ocurrido, tan estupendos resultados llevaron a los mismos a repetir la operación con un nuevo invento: la gripe A-H1N1 o porcina. Ni las instancias oficiales, ni los medios de comunicación, ni la opinión pública tuvieron problema alguno en picar de nuevo el anzuelo. Las alarmas saltaron especialmente en 2009. Y se reprodujeron exactamente las fases ya enunciadas con ocasión de la gripe aviar, por lo que no vamos a exponerlas de nuevo. De hecho, la Fase 1, preparación operativa, fue diseñada y ejecutada desde el principio, en 1996, para que sirviera tanto para la “versión aviar” como para la “versión porcina”. Y el Tamiflu fue nuevamente recomendado por la Organización Mundial de la Salud, ahora como uno de los dos medicamentos válidos contra la gripe porcina. Y los gobiernos, en lugar de desenmascarar la patraña, vieron en la gripe porcina una oportunidad para darle utilidad a las grandes dosis de Tamiflu que tenían almacenadas desde los tiempos de la gripe aviar. Verbigracia, en España, en 2009, el Ministerio de Sanidad llamó a la vacunación masiva ante la gripe porcina, para la que el Tamiflu también estaba “casualmente” indicado. La baja incidencia real de la enfermedad (a 30 de junio de 2009, el número de afectados por la gripe porcina se sitúo en 382 en todo el mundo) provocó que la campaña fuera un fracaso. En 2010, el Tamiflu almacenado cumplió su fecha de caducidad y los 471 millones de euros de la Hacienda pública española en él gastados se tiraron literalmente a la basura. Para colmo, con el tiempo también se pudo constatar que la medicación con Tamiflu produce efectos secundarios de carácter neuropsicológico. Son muchos los datos que lo confirman. En Japón, por ejemplo, el gobierno prohibió el Tamiflu en el año 2007, tras producirse catorce muertes de niños y adolescentes a causa de infecciones cerebrales. Finalmente, el balance de la operación gripe A-H1N1 o porcina fue similar a la de la gripe A-H5N1 o aviar: +Domesticación social y alienación colectiva. +Pingües beneficios económicos para un selecto grupo de corporaciones multinacionales farmacéuticas y asimiladas. +Desestabilización y deterioro de la situación socioeconómica global, lo que brindó estupendas oportunidades de movimientos especulativos y ganancia fácil a los mismos de siempre. +Y un enorme desvío de recursos públicos, es decir, de dinero de los contribuyentes, a unas pocas manos privadas. Con relación a esto último y aunque sea cambiar el tercio, fue lo que sucedió, pero a lo grande, con otra nueva “operación” que se puso en marcha muy poco después: la llamada crisis financiera que tanto daño provocó a la economía planetaria a partir de 2008-2009. Siendo inicialmente una crisis de los bancos, terminó siendo una crisis de los Estados, que entraron en la bancarrota en que la que actualmente continúan al lanzarse a “salvar” a la banca privada, canalizando hacia ella una ingente cantidad dinero público. Y cuando esta tremebunda crisis económica y financiera empezaba a ser olvidada por la memoria ciudadana –no sus efectos, que siguen muy presentes en términos de déficits públicos y empeoramiento generalizado, a escala mundial, de las condiciones laborales, salariares y sociales-, estalló la crisis del coronavirus.

PONIENDO BLANCO SOBRE NEGRO: CONCLUSIONES

Examinadas las lecciones extraídas de las pandemias por las gripes aviar y porcina, podemos poner blanco sobre negro y retomar las preguntas e hipótesis sobre el COVID-19 planteadas en los epígrafes 3, 4 y 5 de este texto. ¿A qué conclusiones podemos llegar aplicando el rigor y el sentido común? Fundamentalmente a cinco: 1º. El origen del COVID-19 no es natural Si, como se vio, ya eran muchas las dudas en torno a la versión oficial al respecto, esas dudas se convierten en certezas sobre su falacia atendiendo a lo que sucedió en las pandemias inmediatamente anteriores, provocadas desde potentísimas instancias de poder con fines muy concretos. De hecho, las voces que defienden el origen natural del COVID-19 -de la Organización Mundial de la Salud a los centros oficiales de investigación, de los responsables gubernamentales a los medio de comunicación más influyentesson exactamente las mismas que -por el tiempo transcurrido lo sabemos con seguridad- mintieron con alevosía en el inicio y desarrollo de las dos pandemias precedentes –también, no podemos olvidarlo, en el surgimiento y desenvolvimiento de la reciente crisis económica y financiera-. Tales voces están investidas de autoridad, pero carecen de toda credibilidad. Quién a estas alturas no lo vea es, sencillamente, porque se resiste a verlo. Y ya sabemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver: las certezas de los tontos, en las palabras, ya expuestas, de Bertrand Russell. 2º. El origen del COVID-19 es artificial y se haya ligado a investigaciones secretas sobre armas biológicas en China y/o Estados Unidos La refutación de la hipótesis del origen natural de la enfermedad conlleva la constatación de su origen artificial. ¿En qué marco? Pues en el de investigaciones secretas efectuadas en laboratorios de alta seguridad y relacionadas con la guerra biológica. Las características implícitas y de desarrollo del COVID-19 concuerdan con las afirmaciones del prestigioso Dr. Boyle recogidas páginas atrás: es un virus genéticamente modificado para ser usado como arma de guerra biológica. En cuanto a la ubicación física del laboratorio responsable, puede ser tanto el BSL4 de Wuhan (China), desde donde se propagó, como el BSL4 de Fort Retrix (Estados Unidos), donde pudo hacerse su primer diseño. 3º. La causa de la propagación del nuevo coronavirus: una fuga accidental en el contexto de las citadas investigaciones Tanto las acusaciones del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino a Estados Unidos como las del presidente norteamericano hacia China han de ser encuadrarlas en el contexto de lo comentado en el punto anterior, más que entenderlas como indicios de que el origen del COVID-19 sea, además de artificial, provocado. Esto último, provocarlas, es lo que se hizo con las pandemias de gripe precedentes. Pero lo cierto es que no hay información suficiente, al menos por ahora, que lo avale en lo relativo al coronavirus. Y la hipótesis de una fuga accidental se refuerza porque en esta ocasión, a diferencia de las pandemias previas, parece ser cierto que no se cuenta con una vacuna que se pueda vender de inmediato para hacer frente a la enfermedad; y que hay una carrera entre centros de investigación de varios países, con EE.UU. y China a la cabeza, para dar con ella (El pasado 17 de marzo, el Ministerio de Defensa de China aseguró haber desarrollado “con éxito” una vacuna contra el nuevo coronavirus, autorizando las pruebas en humanos, aunque sin precisar cuándo comenzarían los ensayos). Ahora bien, aunque el origen artificial sea accidental y no provocado, las instancias de poder que estuvieron detrás de las pandemias de la gripe aviar y porcina se apresuraron, desde el mismo inicio de la propagación del COVID-19 y sabiendo la verdad sobre su condición de arma de biológica, a aplicar sobre él idéntica metodología y operativa utilizada en aquellos casos y con iguales metas. Por esto, considerando lo que de verdad importa, da casi igual que el origen artificial sea accidental o provocado. La maquinaria se puso de inmediato en funcionamiento y los objetivos perseguidos ya los conocemos: domesticación social y alienación colectiva; búsqueda de beneficios económicos; desestabilización y deterioro de la situación socioeconómica global, en aras a abrir oportunidades de movimientos especulativos y ganancia fácil; y ocasionar un nuevo desgaste en las ya depauperadas haciendas públicas, lo que el futuro justificará nuevos y más contundentes “ajustes” presupuestarios, sociales y laborales. 4º. El COVID-19 ha sido usado y está siendo utilizado para llevar a cabo un gigantesco ensayo de ingeniería social La colosal atención de los medios de comunicación al COVID-19, así como las medidas excepcionales tomadas por los gobiernos en un clima de alarma inducida y azuzada, forman parte de un ensayo de ingeniera social sobre el comportamiento sumiso de la gente en un contexto de pánico generalizado. La desmesurada y casi monotemática atención al COVID-19 por los medios de comunicación tuvo, desde el anuncio de los primeros casos, y continúa teniendo como objetivo generar una oleada de pánico entre la ciudadanía a modo de ensayo de ingeniería social y sin descartar otros posibles impactos sociales y económicos (los analizaremos de inmediato). En este punto, se repite la historia de lo ocurrido con las pandemias anteriores, aunque ahora se ha dado una importante vuelta de tuerca para forzar a los gobiernos a tomar medidas absolutamente excepcionales –así ha sido- y comprobar los efectos del miedo en la ciudadanía en términos de docilidad, sometimiento y aborregamiento para asumir órdenes, mandatos, imposiciones, obligaciones, prohibiciones, privaciones y limitaciones radicales de toda índole y en ámbitos muy diversos; y aceptación sin rechistar de un pensamiento único y de una sola y autoritaria manera –la “oficial”- de ver y entender las cosas. 5º. A medio y largo plazo, la crisis del COVID-19 tendrá otros efectos nocivos de gran envergadura, de la recesión económica a la vacunación masiva Siendo el reiterado ensayo de ingeniera social la plasmación inmediata y cada vez más perceptible de la crisis del COVID-19, esta acarreará otros efectos nocivos, muy numerosos y de gran envergadura, en el medio y largo plazo: lo que podemos prever más allá de túnel pandémico no es ninguna luz, sino una cadena de tristes acontecimientos. ¿Cuáles serán? La batería es muy extensa, pero conviene centrarse en dos fundamentales: +Recesión económica planetaria La economía mundial no se ha recuperado de la crisis de 2008 y presenta gravísimos problemas estructurales. Podríamos decir, figuradamente, que está “cogida con alfileres”. Y es obvio que la crisis del coronavirus, las medias ante él adoptadas y las secuelas de las mismas repercutirán negativamente en la situación económica. ¿Con qué gravedad? Como China va temporalmente por delante en este asunto, merece la pena fijarse en ella. Tras los dos meses de cuarentena que se impusieron en Hubei – con 60 millones de habitantes y donde se ubica Wuhan- y otras provincias afectadas, las estadísticas económicas chinas muestran un nítido desplome de los principales indicadores: -14% la producción industrial; -21% las ventas; – 24% la inversión; -15% el PIB (en comparación con los dos primeros meses de 2019). Es de prever que lo mismo suceda en Occidente, donde se han adoptado más tardíamente medidas similares. Ciertamente, en Europa y Estados Unidos, los gobiernos y los bancos centrales han anunciado una serie de medidas que conllevarán una inyección de liquidez de indudable significación (750.000 millones de euros, por ejemplo, por parte del Banco Central Europeo), pero la incidencia efectiva será relativa debido a la desestructuración que la crisis sanitaria ha provocado en el tejido empresarial y el consumo; y tanto menor cuanto esta más se prolongue. Para colmo, las haciendas públicas de los Estados están faltas de “musculatura”, pues arrastran una enorme deuda pública desde la crisis económico-financiera de 2008. Y los nuevos esfuerzos presupuestarios no harán sino agravar aún más tan penosa situación. Por tanto, no dejando que el pesimismo nos arrastre, sino siendo realistas, es muy probable que la economía planetaria se dirija hacia una crisis de entidad similar a la de 2008. Los “ajustes” derivados de ella fueron tremendos, empobreciendo a la inmensa mayoría, enriqueciendo a una selecta minoría y provocando finalmente que en 2015, por primera vez en la historia, el uno por ciento de la población mundial acumulará más patrimonio y riqueza que el 99 por ciento restante. Por todo lo cual cabe afirmar, ojalá nos equivoquemos, que los efectos económicos del COVID-19, a medio y largo plazo, acabarán dañando a mucha más gente que el propio virus. +Vacunación masiva y obligatoria El 13 de marzo de 2020, tras siete horas de Consejo de Ministros, Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, compareció ante los medios de comunicación para explicar la aplicación del estado de alarma en todo el país. En su intervención, Sánchez puso el foco en la necesidad de una vacuna frente al coronavirus, señalando que: “La victoria será total cuando después de erradicar el virus contemos con una vacuna”. No hay que dudar de la buena fe del presidente. Pero, visto lo visto en pandemias anteriores y conociendo el perfil de los que se mueven disimuladamente detrás de lo que acontece, hay que preguntarse: ¿victoria, de quién? ¿Quizás de las industrias farmacéuticas que ya hicieron su agosto con la gripe aviar y porcina y hace tiempo que han transformado la enfermedad, que no la salud, en su negocio? Las vacunas han prestado un gran servicio a la humanidad desde que Edward Jenner, en 1798, describiera el efecto protector de la viruela bovina o de vaca (“variolae vaccinae”, de donde deriva el vocablo “vacuna”) contra la viruela humana. Ahora bien, en los últimos lustros ha habido casos, como el descrito del Tamiflu, que llevan a desconfiar no de las vacunas en sí, sino de los que las fabrican. ¿Nos podemos fiar de esas industrias farmacéuticas, integradas todas en gigantescas multinacionales, e inyectarnos en nuestro cuerpo lo que ellas digan que es beneficioso? ¿Seguro que no habrá gato encerrado? Ya hay bastantes miedos y no es cuestión de alentarlos más. Pero hoy sabemos a dónde esas corporaciones están dispuestas a llegar cuando se trata de aumentar su cuenta de resultados. Cuando exista la vacuna contra el COVID-19 y dado el temor hacia la enfermedad, no hay duda de que la vacunación será masiva. Pero, además, ¿será obligatoria? Si así fuera, supondría un gravísimo atentado contra los derechos fundamentales de todos aquellos, que en su espacio de libertad personal, no quisieran.

EL MAYOR EXPERIMENTO DE INGENIERÍA SOCIAL EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Como se señaló en la Introducción de estas páginas, estamos absolutamente inmersos en una Sociedad Distópica que ya no describe un futuro posible, sino que desvela un presente constatable. Y, dentro de ella, en un huracán de magnitud aceleradamente creciente. En este orden y como ya se dijo, el COVID-19 es solo un nuevo episodio -muy potente, desde luego, pero ni es el primero, ni será el último- en el contexto de tal huracán. Un huracán de magnitud aceleradamente creciente que es ya la forma de dominio mundial impuesto por la elite para ejercer y garantizar su poder, control y capacidad de manipulación. Rememorando a Foucault, esta es la norma de la élite: “vivir peligrosamente”. Un método preciso de ejercer el gobierno centrado en la emergencia, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre y ante el que los ciudadanos, presos de pánico e idiotizados por los medios de comunicación y por su propio “modus vivendi”, sucumben borreguilmente. Es ahí, dentro de ese huracán, donde la llamada crisis del coronavirus (COVID-19) supone y representa el mayor experimento mundial de ingeniería social que nunca se haya producido en la historia de la humanidad. Es como formar parte de una novela de ciencia-ficción en la que una mano invisible consigue llevar a la gente, cual flautista de Hamelin, a aceptar sin rechistar: confinamiento en domicilios; disolución programática de todos los lazos sociales; imposición de prestaciones personales obligatorias; autorización legal para requisas temporales; severas restricciones a la movilidad, el tráfico y el transporte; cierre forzoso de numerosos negocios, establecimientos y pequeñas empresas, con los consiguientes impactos negativos en la economía y la proliferación de despidos y expedientes de regulación de empleo; suspensión de la actividad docente en todas las etapas educativas, desde los jardines de infancia a las universidades; clausura de los servicios sociales y de los centros de atención a personas mayores o con discapacidad física o intelectual, salud mental o adicciones; cancelación de todos los eventos culturales y cierre de cines, teatros y espacios escénicos de cualquier tipo, incluidos museos, bibliotecas y archivos; cancelación de todos los eventos deportivos y competiciones (¡hasta el sacrosanto futbol profesional!) e interrupción de la actividad en instalaciones deportivas y gimnasios; y un extensísimo etcétera. Y ello con una tasa de infección y mortandad que en estos momentos continúa siendo muy baja, inferior a la gripe común y a otras muchas enfermedades. Desde luego que pueden “apretar” mucho más la situación e incrementar a su antojo el número de enfermos y muertos. No les temblaría el pulso lo más mínimo. Pero observando la foto actual, es obvio que con poco han conseguido mucho. Lo que evidencia hasta qué grado ha llegado la domesticación de las masas y el poder de unos pocos para imponer sus dictados a través de sus múltiples y potentes resortes de poder e influencia, incluyendo la propiedad de la práctica totalidad de los grandes medios de comunicación y el servilismo de los políticos y las instituciones. Y ello en medio de un silencio general al que colaboran las restricciones a la libertad de expresión en las redes sociales (YouTube, por ejemplo, está “retirando” vídeos que no se ajustan al pensamiento único impuesto), y, por supuesto, las prohibiciones de encuentros, reuniones y manifestaciones públicas donde los ciudadanos podamos compartir y deliberar acerca de lo que acontece. Esto último es lo que el gobierno italiano, al suspender de facto su Constitución, ha calificado como prohibición de la «alienación social entre las personas». Así que ya sabemos: alinearse en común está prohibido; lo que toca es alienarse. Y cuánto más, mejor.

 Y UNA GRAN OPORTUNIDAD PARA VIVIR CON CONSCIENCIA, SITUARSE EN EL CENTRO DEL HURACÁN Y SACAR LO MEJOR DE UNO MISMO

En definitiva, asistimos a un colosal insulto a la inteligencia y a la dignidad humana. Ante ello, lo primero es no caer en la dinámica de pánico en la que quieren que entremos. No en balde, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre configuran el caldo de cultivo idóneo para la manipulación, la alienación y, en definitiva, la inconsciencia. Y, a partir de ahí, recordar y recalcar la importancia de que, como siempre, pero ahora más que nunca, mantengamos la serenidad, la calma y la consciencia; nos situemos, desde la armonía y la conexión interior, en el centro del huracán aceleradamente creciente en el que estamos inmersos (es en el centro del tifón donde el cielo permanece despejado, no hay viento y la temperatura es cálida); y seamos capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo al servicio de los demás y de todas las forma de vida con las que convivimos en este hermoso planeta que nos cobija y sostiene. Nos quieren dormir más, pero también es una oportunidad para despertar. Nos quieren deshumanizar más, aislándonos y generando desconfianza y enfrentamiento entre nosotros, pero igualmente es un espléndido momento para cultivar la solidaridad, la cooperación, el altruismo, la generosidad, la empatía y la comprensión. Nos quieren encerrar más en los pequeños y míseros círculos del egoísmo, el egocentrismo y el sálvese quien pueda, pero también es un magnífico escenario para expandir la compasión y el discernimiento y elevar la mirada. Así, con ojos nuevos, podremos impulsar una nueva humanidad que merezca realmente tal calificativo y viva en paz y sintonía con ella misma, con todos los seres vivos y con la Madre Tierra. Y esa nueva humanidad, por increíble que ahora pueda parecer, no está lejana, sino próxima: de hecho, estamos ante los estertores del viejo mundo; ante sus últimos suspiros. La crearemos entre muchos desde la transformación interior de cada uno y la apertura de corazón hacia los demás. Eso sí, en ella no tendrán sitio ninguna de las cosas que han constituido los pilares de lo que ya queda atrás y se desmorona a pasos agigantados: ni el poder, ni la riqueza, ni la competencia, ni el aferramiento a lo material, ni el desprecio a las otras formas de vida… Nada de eso está invitado. ¿Lo estás tú? Esta es la gran pregunta que tienes delante de ti y solo tú la puedes responderla con tus obras y con tus actos, no con ensueños ni declaraciones de intenciones. Ten muy presente que todos los acontecimientos distópicos que se acumulan sin cesar están aquí con un sentido profundo. Esto no justifica a los que causan con ellos tanto daño y sufrimiento. Pero lo que vivimos tiene un hondo porqué y para qué en nuestro proceso consciencial: romper el espejo y que podamos ver –tú, yo, cada cual…- en qué lado estamos. Lo que veamos, lo que seamos, lo elegimos cada uno. Es el momento.

 

(*) Emilio Carrillo es economista, escritor (65 libros y más de 600 artículos), conferenciante (más de 850 conferencias en 23 países de los cinco continentes), Experto Internacional en Desarrollo Local por Naciones Unidas y funcionario del Cuerpo de Técnicos de la Administración General. Ha desplegado una amplia labor académica, política y de gestión en Desarrollo Económico y Territorial y Hacienda Pública y ha sido profesor de diversas universidades españolas y extranjeras, vicealcalde de Sevilla y presidente de la Red de la Unión Iberoamericana de Municipalistas y del Programa de Desarrollo Local de la Organización Internacional del Trabajo (OIT-Naciones Unidas). Compaginó siempre estas actividades con el interés por otros ámbitos temáticos. Pero desde el año 2000, a partir de una serie de experiencias vitales y conscienciales, su atención se centró prioritariamente en la Filosofía, la Historia, y, sobre todo, la Consciencia y la Espiritualidad, campos en los que es autor de libros como “Los Códigos Ocultos” (2005), “Buscadores” (2009), “Amor: Vida y Consciencia” (2012), “Dios” (2013), “Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo” (2015), “El Tránsito: vida más allá de la vida y experiencias cercanas a la muerte” (2015), “Ojos nuevos” (2016), “Consciencia” (2017), “¿Qué hay después de la muerte?” (2018), “Conócete a ti mismo” (2019), «El Yoga: lo que realmente es y cómo practicarlo» (2019) y “Consciencia y Sociedad Distópica” (en imprenta). Imparte clases de Espiritualidad en másteres y cursos de experto universitario de Barcelona, Madrid, Sevilla y Valencia y gestiona el blog El Cielo en la Tierra, que cuenta con más de seis millones de visitas directas: https://emiliocarrillobenito.blogspot.com/

 

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